Esa tarde me encontraba con un baúl viejo con varias fotografías, qué habían captado aquellas sonrisas qué algún día un tanto lejano vivían y jugaban con regocijo sobre las comisuras de nuestros rostros. Todos esos momentos han pasado y se han quedado olvidados en ese viejo baúl, para algún día ser despertados por una lagrima qué recorre mi mejilla con el placer y ganas de volver a vivir esas épocas, donde con tanta alegría y un gran espíritu juvenil vivíamos.
Sonrisas dibujadas qué álbum tras álbum se volvían calles intransitadas por años, desoladas y con miradas perdidas en busca de una respuesta concreta qué devolviera la felicidad, momentos qué a medida qué uno se hace mayor no podrá disfrutar nuevamente, solo, hay una forma de vividlos... Demostrándole a los más jóvenes, lo qué la felicidad le hacía a uno, y cómo la humildad podía unir una familia entera.
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